10.
En la atalaya de la nostalgia, todas las guerras son limpias. Nada nos alcanza, ni la noche más negra, ni el día más brillante. Estamos suspendidos en la comodidad de lo ausente. Dejamos sin abrir todas las otras puertas, los otros rostros. En la atalaya de la nostalgia, todas las guerras son blancas. Absolutamente nada - nadie - alcanza a tocarnos, nada consigue lastimarnos, ni a rozarnos siquiera. Pero tampoco absolutamente NADA nos indica que estamos, o alguna vez estuvimos, vivos.