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Mostrando las entradas de junio, 2019

12.

Este silencio de estática alumbra mi cuarto menguante. El reloj es de arena, las horas son de cemento. ¿Donde tiemblan tus manos permaneces? Otro siglo equivocado destapándonos mientras dormimos. En el aire escondí un secreto de puertas abiertas. 

11.

Casas abandonadas. Habitadas sólo por fantasmas atentos, perpetuos y enrevesados. Entre las paredes, entre las columnas, por los pasillos, desde las grietas. Sus voces inundan los pisos, su tacto humedece las paredes. Su cuerpo está ausente, pero pesa. El velo se corre, por momentos. La casa se cierra por dentro, encerrados estamos, con ellos, con nosotros mismos. 

10.

En la atalaya de la nostalgia, todas las guerras son limpias. Nada nos alcanza, ni la noche más negra, ni el día más brillante. Estamos suspendidos en la comodidad de lo ausente. Dejamos sin abrir todas las otras puertas, los otros rostros. En la atalaya de la nostalgia, todas las guerras son blancas. Absolutamente nada - nadie - alcanza a tocarnos, nada consigue lastimarnos, ni a rozarnos siquiera. Pero tampoco absolutamente NADA nos indica que estamos, o alguna vez estuvimos, vivos. 

9.

Arrastra los días entre el reposo y la tragedia. En un circulo, en una rueda, donde es el roedor, persiguiendo algo inalcanzable. El bostezo en el que está sumergido no le permite ver cuán liviano es. Tan falto de sustento. No sabe o no le interesa saber. Arrastra los días. Los días... lo arrastran también. 

8.

Los truenos están dentro. No afuera, en lo profundo de la noche más negra. Están entre nuestros huesos, entre nuestros órganos, surgiendo desde nuestros cimientos, abriéndonos, rompiéndonos. 

7.

Intentar el aire es un canto de sirenas. No somos más que el anhelo de haber existido, completamente, y no como existimos ahora, por pedazos, por momentos. ¡TODO ARDE!