Anotaciones En Libretas III
El abrazo pendiente
Tengo tiempo suficiente, o al menos eso creo, para poner mis asuntos en orden, para aprender un nuevo idioma, para recibirme de la facultad de psicología, para dibujar, para escribir, para paternar, para mudarme, para tener problemas de salud, para procastinar un poco más y para ser egoísta, para estar equivocado y para enmendar.
Tengo tiempo para disponer alfabéticamente de los libros en mi biblioteca, para bajar de peso, para pintar la puerta de la habitación, para volver a mirar películas de Hitchcock y hasta tengo tiempo para replantearme los privilegios de los que gozo.
Tengo tiempo, o al menos espero tenerlo, para hacer y deshacer. Para ver y para borrar. Para construir, para doblar, para romper. Para identificar los círculos, para acortar las distancias, para reconectar, para continuar o para decidir no hacerlo.
Pero el tiempo no es retroactivo, no es reparador...
Me queda un abrazo pendiente.
Cicatriz I
Hay una cicatriz en mi ojo izquierdo que cumple la función de recordarme que salir corriendo no es la mejor de las ideas.
Otra, en un dedo de mi mano derecha, que me recuerda aquella vez que guardé silencio, que la rabia me cegó, y tanto apreté el vaso de vidrio que estalló y el cristal se hundió en la carne.
¿Por qué necesitamos cicatrices para aprender?