LA PALABRA
De repente se abrió un renglón frente a mí, un renglón donde sembrar monstruos de tinta, sílabas, que en pequeñas jaulas mantengo cautivas o, quizás, metáforas del miedo que yacen recostadas sobre la pared. ¿Han visto a aquellos adverbios horrorizados huyendo torpemente para evitar ser emboscados? Sí, se esconden detrás de los bancos, dentro de los arbustos, entre las hojas y las ramas.
Después de todo, el jardín de palabras está habitado por cientos y miles de signos. Algunos, eternos fugitivos, se escaparán para siempre de mi posibilidad de atraparlos, de mi lenguaje. Otros, querrán venir y ser parte de mi vocabulario. Sin embargo, estoy consciente de que no está en mi la posibilidad de atraparlas, ni contenerlas a todas. No en esta vida limitada. ¿Qué hay en la palabra además del deseo de ser percibida?
Ahora debo buscar atentamente. Hace meses, sigilosa, se camufla aquella palabra misteriosa. Sé que será esquiva, sé que estará en el rincón menos pensado, también sé que tendrá la presencia de un trueno. Sé que podrá con su forma romper el vasto e insoldable océano de silencio que me desespera.
Entonces diviso la palabra, la intercepto, la introduzco
dentro de mi vocabulario. Me sumerjo en los intentos de familiarizarme con ella:
Empresa inútil. Simplemente no es ella, no es la palabra que buscaba. Nada que
aspire a ser real puede ser forzado. Esta palabra ya no me corresponde, este
signo no es el que pensaba. Ahora es cuando intento apartarla, cuando la quito
de mis pensamientos, de mis cuadernos, de mis procesos.
Pero la palabra dice no. La palabra permanece, se yergue como un pájaro incesante, cruel y decidido. No va a soltarme ni a darme un respiro. Seguirá apareciendo en sitios incorrectos, en andenes, en mensajes. Desordenada, por partes o completa. Sacudo mi cabeza, observo el paisaje. El jardín esta quieto. Todas las otras palabras me miran atónitas. Subo las escaleras, me acerco al balcón, quedo detenido frente a un cartel de publicidad enorme que corta el cielo a la mitad. Ahí está otra vez y por fin lo entiendo: La palabra podrá confundirse, podrá partirse, podrá estar o podrá darme la impresión de que se ha ido. Y entonces regresará… siempre.